Las tortugas bobas de la Costa del Sol

tortugas

Apenas tienen unos días de vida. Se dejan llevar, como si hicieran el muerto, en el estanque de agua donde viven de forma temporal, casi de ‘okupa’. De pronto reviven y se ponen a patalear nerviosas con el cuello estirado para tomar un trago de aire y seguir dormitando. Son todas tortugas hermanas. Hijas de la misma tortuga madre que, un 6 de agosto de este verano, decidió enterrar sus huevos en una playa de Fuengirola.

La noche que rompieron el cascarón se festejó como un hito histórico por el ‘ejército’ que ha protegido, noche y día, esta puesta insólita -voluntarios, agentes de Medio Ambiente, Estación Biológica de Doñana, Bioparc, Asociación Hombre y Territorio, Aula del Mar, Asociación ProDunas. 112, Protección Civil, Policía Local y trabajadores de la propia Consejería de Desarrollo Sostenible-.

El alumbramiento nocturno ocurrió a varios kilómetros de donde su madre depositó sus vidas, en una playa de Marbella donde se trasladaron los huevos para que estuvieran más seguros. Es el nido de tortuga boba más al oeste del Mediterráneo de cuantos se conocen. El cambio climático también está alternado los lugares de puesta de esta especie amenazada.

Ahora ocupan buena parte del espacio del Centro de Gestión del Medio Marino (Cegma) del Estrecho y, sobre todo, del corazón y de los cuidados de sus responsables. Allí las miman todos los días. Están pendientes de sus movimientos. De que cojan peso. De que se alimenten bien. De que no se hagan daño unas a otras en su guerra individual por la supervivencia.

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