Dicen los expertos que los datos personales son el petróleo del siglo XXI. Pero por mucho bombo que se dé al big data, los consumidores se quejan de lo poco que cuentan y de lo mal que las empresas utilizan sus datos.
La razón es que muchas siguen extrayendo información con el objetivo de racionalizar los procesos de negocio, olvidándose de una pieza esencial del puzle de la economía de los datos: las personas.
En el artículo “¿Cómo utilizar el big data para diseñar experiencias?” el profesor del IESE Evgeny Káganer y Abby Margolis, directora de investigación en Claro Partners, resumen los hallazgos de un proyecto de investigación global sobre los valores y el comportamiento de aquellos usuarios que producen y consumen datos (también conocidos como “prosumidores”), cuya información personal debería utilizarse para ofrecerles mejores experiencias.
Una nueva mentalidad
Los autores definen los elementos básicos de la nueva mentalidad que las empresas necesitan para crear nuevos productos y servicios a partir de los datos. En la economía emergente de los datos personales, captarán valor si, en lugar de analizar comportamientos pasados, catalizan, empoderan y satisfacen las necesidades futuras.
Káganer y Margolis también vaticinan que una nueva figura, el diseñador de experiencias basadas en datos, llevará adelante ese proceso dentro de las empresas.